viernes, 11 de abril de 2014

Necesito... ¡necesito velocidad!

En ocasiones te paras a pensar que es lo que más hechas de menos al estar lejos de lo que conoces. Las calles olvidadas, los bares que hemos cerrado tantas noches, la gente a la que apreciamos... Sin embargo, ello no deja entreveer una de las cosas más recordadas. No es la más importante que se añora, pero sí que es una que dejó huella. Y de esta forma os la voy a narrar.

Te acercas, lo miras. Aprecias sus curvas, su delantera, el agarre y volumen que posee, y el aire que respira, adueñándose de todo el ambiente a su alrededor. Todo a su alcance pasa a formar parte de sus dominios. Y tú no puedes hacer nada para evitarlo, porque desde el momento que posaste tu mirada en él, le perteneces, más aún cuando sus ojos te guiñan a la par dándote la bienvenida a su regazo.

Dejas que te engulla en su territorio. Hasta entonces solo has conocido su físico, que tan impactante ha sido y tanta huella en tu subconsciente ha provocado. Pero ahora hablamos de palabras mayores. Está dejándote entreveer en su interior, su belleza personal interna: su calibre, sus juegos de manos, su lomo contra tu espalda, y al final de todo, la ranura que todo lo puede. Una pequeña abertura hacia lo más profundo de su ser, que una vez pruebes, no querrás dejar de urgar. Así que solo te queda nada más que 3 sencillos pasos. Metes la llave, le das al contacto, y el coche ruge dándote a entender que ya sois uno.

Es el velocímetro, es el cambio de marchas, es el acelerador el embrague y el freno, son las rectas, son las curvas, son los viajes largos de 5 horas o los cortos de 5 kilómetros recorridos a contrarreloj, es el roce del límite de velocidad, es la sensación de ser libre, es todo esto en una sola palabra: conducir.

Quien diría que algo tan ameno pueda provocar tan sensación, ¿verdad? Si os gusta conducir, probad a estar más de 3 meses sin sentaros a los mandos de un volante, sea real o virtual. Sí es cierto que se echa de menos muchas cosas lejos de casa, pero esta sensación es única, y únicamente demostrable de un modo. Ponte el cinturón, dale al contacto, y haz que la carretera te guíe.