domingo, 12 de enero de 2014

La boda

- ¡Estela! ¡Estela!

El novio daba vueltas alrededor del patio ajardinado de la antigua fortaleza buscando a la última en aparecer en la boda: la dama de honor. Todos los invitados se encontraban expectantes ante lo que podía o no podía pasar. No sabían como acabaría todo. ¿Y si no aparecía? ¿Qué ocurriría?

Al final, conseguí encontrarla justo detrás del alto torreón, donde se desarrollaría la escena final de la boda. Estaba a los pies de la escalera arrodillada llorando. Me acerqué lentamente para no asustarla:

- ¿Estela?
- Rick, gracias a dios que no eres Jack. No dejo de oirle gritar por todo el patio intentando localizarme como un loco.
- Que no te extrañe. Todos llevamos un largo rato buscándote. Kate está esperando que te acerques al altar a esperarla para su gran momento con Jack.
- Pero, ¡es que no puedo! ¿No lo entiendes? Si siguen con esto, desaparecerán. Y les quiero demasiado como para que hagan semejante estupidez.
- ¿Desaparecer? No creo que se les ocurra desaparecer. La semana que viene Jack y los chicos tenemos una partida pendiente en las mesas del Cesar's, y no pienso perder esta vez.
- ¿Crees que se lo replantearán, Rick? ¿De verdad lo crees?
- Mira Estela, lo último que voy a permitir es que Kate y Jack desaparezcan en el día más importante de su vida. Te lo prometo.

Con Estela convencida, ya todo fue coser y cantar. La llevé yo misma al altar, ante el alivio de muchos (y decepción de algunas víboras que había sentadas entre bastidores). Media hora después, ya se habían pronunciado los votos y se habían dado el sí quiero. Jack estaba emocionado, se le notaban en su eterna sonrisa y su mirada, mientras Kate relucía con su vestido y las continuas miradas y risas hacia Jack la denotaban como la mujer más feliz de la terra en este momento. De vez en cuando, le echaba la mirada a Estela. No era como cuando miraba a una de mis víctimas de las novelas, no. Solo para asegurarme de que no reaccionara de forma intempestiva en ningún momento. No es que la conociera demasiado, pero me daba la impresión de que, si tenía una corazonada de algo, normalmente era cierta.

Al acabar la comida en el banquete, empezaban los bailes, ya que los novios decidieron que las palabras de agradecimiento se dijesen al final del banquete. Algo extraño, pero aceptable. Era su día, y ellos mandaban. Unas horas después, me encontraba intentando seducir a la tía soltera de Kate, cuando Jack se me acercó:

- Rick, ¿te lo estás pasando bien?
- Ya lo creo, tío. Un poco más y la tengo en el bote.
- Oye, necesito un favor. ¿Puedes acompañarnos a Kate y a mí al discurso inicial?
- Sí, claro - me dirigí a la elegante Nancy -. Lo siento Nancy, tengo que ejercer de padrino en funciones. Si me disculpas.

Acompañaba a los novios al torreón para que pudiesen dirigirse a los invitados en su discurso. Cuando llegamos al rellano de las escaleras, Kate se giró:

- Richard, en serio, te agradezco muchísimo todo lo que has hecho por nosotros. Se que no ha sido fácil sacar del mercado a Jack para que pase conmigo el resto de su vida, pero se que en gran medida, lo nuestro no hubiese sido lo mismo sin ti.
- Bromeas, ¿no? Si aquella noche no me... - la mirada de "corta el rollo" de Jack fue fugaz y clara - ehhh, no me hubiese percatado de lo genial y la chispa que habia entre vosotros, no habría retirado este gran premio gordo de la lotería de solteros más cotizados de la gran manzana.
- Rick - Jack me miraba con la cara mas seria que nunca le había visto -, se que hemos compartido mucho juntos. Y solo espero que pase lo que pase, nos apoyes en todo a partir de ahora. Será difícil, lo se, pero te conozco, y creo en tí.
- Jack, déjate de tonterías y subid a este puñetero torreón. Os esperan cientos de personas más ansiosos que cuando Nixon renunció a su cargo.

Un fuerte abrazo nos separó a los pies de las escaleras. Me uní a los invitados en el patio, mientras los novios se dirigían al balcón. Sin embargo, pasaban los minutos, y no aparecían. Algunos se empezaron a impacientar. En un vistazo, ví como Estela se dirigía hacia las escaleras en su busca, a lo que rápidamente la seguí para averiguar, al igual que ella, que diantres pasaba.

Durante días, se registró la fortaleza de arriba a abajo, el torreón mejor de lo que lo haría un roedor, y como no, toda la ciudad y los alrededores. Nadie sabia nada de la feliz pareja, donde se habían ido, o qué les había pasado. Una noche, mientras dejaba mis escritos a un lado para servirme una copa de Chardonnay, llamaron a la puerta. Sorpresa fue encontrarme a Estela en el umbral con lágrimas en los ojos, a quien casi nadie había visto desde la desaparición de Jack y Kate.

- ¡Te lo dije! ¡Y no me hiciste caso! - sus lágrimas brotaban de sus ojos cual un torrente furioso en un río apaciguado.
- Pero Estela, ¿como podías saberlo? Además, era imposible salir de ahí sin más sin que nadie los viera.
- Ah, ¿sí? ¿Y qué me dices de esto?

Blandió ante mis narices una foto del primer día que se conocieron. Aquella foto que les hice en su día cuando nadie miraba y estaban los dos bailando. No le veía nada extraño, más que la mítica mirada tonta que ponía Jack en sus ridículos bailes. Sin embargo, cuando giré la fotografía, mis ojos no daban crédito.

- Estela, ¿es cierto?
- Es lo que intentaba decirte el día de la boda. Ni siquiera yo lo entiendo del todo.
- No hace falta. Esto lo explica todo.

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